Un Destino de Dragones (TFV #2)


Prólogo

El pájaro

Tenía diecisiete años cuando le devolví la vida a un pájaro.

Nunca se lo dije a nadie.

Había sentido particularmente lástima por mí mismo ese día. Había un caballero en el castillo, del que me había enamorado, pero él ni siquiera sabía que yo existía. Y corría el rumor de que estaba saliendo con el Príncipe. Yo pensaba (esperaba) que se trataba de chismes entre el personal del castillo, pero luego me encontré con los dos en la biblioteca, con las cabezas juntas. La mano del Príncipe estaba en el muslo del caballero y el caballero tenía esa expresión en su rostro, esa expresión suave que nunca antes había visto en él. Estaba dirigida al Príncipe, y yo había sentido este furioso nudo de celos en la boca del estómago, ácido y caliente. Me recorrió como nada que haya sentido antes. Era joven y estúpido y estaba enamorado de un hombre que nunca me había mirado, ni siquiera una vez. ¿Y por qué debería hacerlo? El Príncipe era todo lo que yo no era: poderoso, hermoso y con un futuro asegurado.

Yo era ese niño escuálido que había sido sacado de los barrios pobres, porque, accidentalmente, convirtió a un grupo de gilipollas adolescentes en piedra. Estaba agradecido por todo lo que me habían dado. Mis padres estaban viviendo una vida que nunca pensaron que podrían tener. Tenía dos mejores amigos, un unicornio sin cuerno y un medio gigante. Pensé que mi mentor era lo mejor que me había pasado. Estaba saludable. Yo era feliz. Yo estaba completo.

Pero también hubo días en que estaba un poco triste. Era un adolescente, así que, por supuesto, pensé que lo mejor para el amor no correspondido, era lamentarse.

Tenía un cuaderno (diario, el unicornio insistiría, es un diario donde escribes tus deprimentes y pequeños pensamientos de adolescente, Sam. No trates de llamarlo de otra manera) debajo de mi colchón, lleno pensamientos tan estúpidos como solo alguien de diecisiete años es capaz de escribir. Cosas, como que lo amaba tan profundamente como el océano, o que sus ojos eran tan verdes como la hierba en verano o que quería echarme en esa hierba y frotar mi cara en ella y conseguir manchas de hierba en mi cara o J.M. + J.K. = AMOR VERDADERO PARA SIEMPRE.

Así que, naturalmente, estaba devastado y totalmente convencido de que estaría solo el resto de mis días, teniendo que ver cómo el Príncipe y el caballero se amaban y como finalmente se casarían. Tendría que presenciarlo cada hora, de cada día porque iba a ser el Mago del Rey, y su amor florecería justo frente a mí por el resto de mis días. Serían felices juntos, después tendrían una familia, y yo siempre estaría merodeando alrededor, emo como la mierda, con una túnica negra, cabello teñido de negro y delineador negro grueso, dando consejos enigmáticos que se verían desde fuera como un horror gótico: Oh, ¿quieres mi opinión sobre las cosechas? Te la daré. El cuervo vuela invertido para atravesar los ojos de sus enemigos y lamentar su existencia ante tal conformidad burguesa. Esto apesta. Todo está mal.

Y dado que ese era mi futuro inevitable, decidí comenzar a practicar meditación a lo largo de los bordes del Bosque Oscuro fuera de la Ciudad de Lockes. Mi mentor me había enviado a hacer un mandado para recoger algo que probablemente ni siquiera necesitaba. Mis mejores amigos se ofrecieron voluntariamente para acompañarme, pero levanté el cuello, metí las manos en los bolsillos y dije que necesitaba tiempo para reflexionar sobre mi propia mortalidad y que era mejor si lo hacía solo, como siempre lo hacía.

—Oh chico —dijo el unicornio—. Haces eso, como Robert
Smith.

Le fruncí el ceño. —¿Quién?

El unicornio negó con la cabeza. —Ese chico que conocí. Con el cabello alborotado. Triste todo el tiempo. Solía cantar sobre eso. Se hizo viejo muy rápido. Antes de tiempo. Lo que sea. Probablemente era estúpida música de viejos.

¡Así que allí estaba! Triste, desanimado, solo y en los bosques oscuros, que era una combinación bastante terrible. Nadie me entiende, pensé mientras pateaba una roca en los árboles. Nadie me aprecia por lo que soy. Mi vida es dura Tengo sentimientos profundos y todo duele. Tengo diecisiete años y todo lo que pienso es en mis asuntos y me sentiré así por el resto de mi vida.

Probablemente hubiera durado bastante más en esa ridícula vena adolescente si no hubiera tropezado con el pájaro.

Estaba a punto de patear otra piedra cuando lo vi.

Estaba echado de espaldas en la hierba bajo un árbol, con las alas extendidas por debajo, la izquierda torcida en un ángulo extraño. Sus patas estaban alzadas hacia arriba, amarillentas y rizadas, con garras negras en el extremo. Su plumaje era blanco en el pecho, con una franja dorada en la parte inferior de la cola. El resto, desde las alas hasta la parte superior de la cabeza, era negro, con pequeñas manchas blancas salpicando las plumas. No debía llevar muerto mucho tiempo, ya que las hormigas aún no lo habían encontrado. No sabía si se había golpeado con un árbol o si había sido atacado por algo más grande que él, pero murió aquí, en este lugar.

No sabía por qué me importaba tanto. No sabía por qué me parecía tan conmovedor, pero lo era. En un momento estaba enfurruñado por algo que nunca sería mío, y al siguiente estaba arrodillado, inclinado sobre este pequeño pájaro, dudando en tender la mano y tocarlo. En el gran esquema de las cosas, esto no era nada. Las cosas morían todos los días. Era parte de la vida. Esto no era absolutamente nada.

Pero lo toqué de todos modos.

El pájaro no estaba rígido cuando lo levanté del suelo, lo que significa que había muerto más recientemente de lo que había pensado. Había algo húmedo en el dorso de mis manos, y sentí la herida cerca de su cuello a través de las plumas donde había sido acuchillado por alguna criatura que lo había dejado aquí en lugar de tragárselo entero. No respiraba. No le latía el corazón. Estaba muerto.

Sostuve ese pájaro en mi mano y pensé para mis adentros: No es justo. No es justo No es justo. Y eran los pensamientos de un niño de diecisiete años que creía que su corazón estaba roto, aunque en el gran esquema de cosas podría no haber importado. Hubo un agudo aguijón en mi pecho que solo empeoró cuando vi su cara, esa sonrisa feliz cuando miraba al Príncipe, como si el Príncipe fuera todo lo que podía desear.

¿Y quién era yo para compararme con eso?

No es justo Esto no es justo.

Ahuequé mis manos juntas, escondiendo al pajarito.

No pensé en otra cosa.

Sin deseos a las estrellas.

No hubo palabras antiguas en la lengua de aquellos que vinieron antes que yo.

Y ahí estaba el pulso, y pensé que tal vez estaba chiflado, solo un poco, Miré las piezas dentadas y agudas. Tenían verde y dorado, los colores del bosque a mi alrededor. Fue casi sin esfuerzo, realmente, más de lo que la magia lo había sido antes. Venía de mi corazón. Lo sabía por un hecho. Me sentí como un rayo, con un ritmo errático y pesado.

Los colores giraron a mi alrededor, un halo de luz girando, que se agrupaba entre mis manos ahuecadas, tan brillante que casi tuve que apartar la mirada. Comenzó a caer hacia abajo, como una cascada. Las gotas de luz que se extendían por el suelo pulsaban lentamente. El bosque se desvaneció a mi alrededor. El cielo se oscureció. Todo lo demás se derritió.

Pensé, no es justo.

Y luego algo se enganchó en mi cabeza y mi corazón y tiró.

El aire chisporroteaba a mi alrededor.

Las luces se hicieron más brillantes, y tuve que...

Hubo un aleteo de alas contra mi palma, el más leve de los toques.

Tomé una gran respiración jadeante.

La magia a mi alrededor comenzó a desvanecerse, la luz y los sonidos de los Bosques Oscuros regresaron como si nunca hubieran sido silenciados.

Y de mis manos cerradas llegó el más pequeño de los gorjeos.

Miré hacia abajo mientras levantaba mis dedos.

El pájaro parpadeó lentamente hacia mí.

Sus pies se abrieron y se cerraron.

El ala torcida volvió a su lugar incluso mientras miraba, las plumas arañaban mis dedos.

Tardó un momento, tal vez dos, en enderezarse, con las garras clavándose suavemente en mi piel. Había una pequeña mancha de sangre en mi palma. El pájaro saltó, miró hacia arriba y hacia abajo, a la izquierda y a la derecha. Cuando giró la cabeza, vi las plumas erizadas en su cuello, pero la piel parecía intacta. Chirrio de nuevo.

Y luego voló hacia los árboles, perdiéndose entre las ramas y las hojas.

Me senté allí por un largo tiempo, en esos Bosques Oscuros.

Finalmente, decidí irme a casa. Mi corazón todavía estaba
pesado, pero ya no se sentía destrozado dentro de mi pecho. Yo
podría hacer esto. Podría ser lo que todos querían que fuera. No
necesitaba al caballero. Él tenía al Príncipe y yo... bueno… algún
día encontraría a alguien hecho para mí. Y le mostraría por qué
estaba hecho para él. Iba a estar bien.

Puse mis manos en la hierba para levantarme y...

Me detuve, porque la hierba crujía bajo mis dedos.

Miré hacia abajo.

Estaba ennegrecida. Quemada.

Todo a mi alrededor. En un gran circulo Y todo en ese círculo estaba carbonizado. El terreno. Los arbustos. Los árboles. Todo. Era como si hubiera quemado la vida con eso. Para... darla.

Me puse de pie, con las piernas temblando, la respiración enganchándose en mi pecho. Di un paso atrás. Y otro. Y otro. Y luego di media vuelta y corrí hacia mi casa.

Tenía diecisiete años cuando devolví la vida a un pájaro.

Había quitado la vida a la tierra para hacerlo.

Y nunca le dije ni una palabra a nadie.                              





Capitulo 1: Ciudad de Locke



                                                                                     

                                                                      

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