Prólogo
Enero 26, 4811: Planeta
Englor: Un espacio abierto fuera de Hawthorne Propiedad del país de Moreal.
Unas hojas secas se elevaron hacia la punta de su
brillante bota negra cuando él levantó el pie derecho. Hoseok debió de haberse
quedado en la casa… honor era una maldición. Todo eso era un malentendido, un
accidente. Ahora, iba a pagar con la muerte por eso. Él iba a morir.
—Seis.
Hoseok tragó duro y tomó una profunda respiración
mientras daba el sexto paso. La brisa de la mañana rizaba su largo cabello
cubriendo sus ojos de color café. Él parpadeó y sacudió la cabeza para
despejarla, entonces deseó no haberlo hecho. Su cabeza aun le dolía de la
fuerte borrachera que se había permitido la noche anterior. Si por algún
milagro salía vivo de esta, nunca bebería de nuevo.
—Siete. —La voz del Barón White se oía
exageradamente gruesa y fuerte sobre el ruido del crujir de las hojas y el
relincho de los caballos. Entonces, quizás eran las circunstancias que lo
hacían oírse de esa manera, o quizás era el contraste con la serenidad del
espacio abierto.
Con la mente nublada y su
cuerpo en piloto automático, Hoseok siguió avanzando. Él miraba al horizonte,
hacia los desnudos árboles, donde el sol comenzaba a iluminar el cielo de esa
roja mañana. ¿Cuándo fue la última vez que se había levantado tan temprano para
ver el amanecer? No podía recordarlo, pero sabía que esa podría ser su última
vez… Su despreocupada existencia como el hijo mayor del Duque de Hawthorne
repentinamente parecía inútil.
Alguien en la orilla del claro tosió mientras el
Barón gritaba.
—Ocho.
Hoseok avanzo un paso. ¿Por qué incluso había pensado que podría
razonar con el Vizconde? Daniel Bradford, Vizconde de Hargrove y heredero del
Marqués de Oxley, siempre había sido un temperamental. A pesar del hecho de que
sus padres eran amigos estimados y que Hoseok había conocido a Daniel
prácticamente desde su nacimiento, ellos nunca habían tenido ningún tipo de
amor entre ellos. Cuando niños eran rivales. De adultos ellos simplemente se
ignoraban. Hasta anoche. Anoche ellos empezaron a ser enemigos.
—Nueve.
Cerrando los ojos colocó un pie frente al otro. La antigua pistola
Terran* se sentía pesada en su mano. Él no
quería hacer esto. La acusación que lo había traído aquí era falsa, pero su
coartada era justamente condenatoria. Todo en el gritaba que corriera fuera del
campo y huyera. Sería llamado cobarde, pero al menos seguiría vivo otros veinte
años. Y lo más importantemente, no tendría la desilusión de su padre.
—Diez. ¡Fuego!
Hoseok se giró sabiendo exactamente lo que tenía que hacer. Podría
no matar a Hargrove. Si por algún milagro Hoseok vivía, su padre podría
seguramente desheredarlo. Podría ser un despilfarrador, pero él amaba a su
padre y decepcionar a su adorado padre era el peor destino que podría sufrir,
más horrible incluso que la muerte. Él apuntó hacia el hombro izquierdo de Daniel.
El sonido del arma de fuego hizo erupción y sintió un abrasador
dolor en su costado. Alejando la agonía, su dedo presionó el gatillo.
Los ojos azules de Daniel se abrieron más, abrió la boca y miró
hacia su pecho, donde una mancha roja se extendía sobre su chaleco de brocado.
Él miró a Hoseok, su cara blanca, y cayó a la tierra como una muñeca de trapo.
Un alto grito femenino desgarró el aire. Victoria, la prometida de
Hargrove, corrió por el campo y se arrojó a un lado del Vizconde.
«Oh, Galaxias, ¿Qué he hecho?» Hoseok seguía perfectamente de pie, viendo a su oponente.
Alguien corría hacia Hoseok. —Polvo
de estrellas*, Hoseok.
«Taemin»
Hoseok era vagamente consciente del bullicio alrededor de él y de
que la pistola se deslizaba de su adormecida mano, cayó en la hierba con un
suave golpe. Veía al cuerpo sin vida de Hargrove parcialmente cubierto por la
falda del vestido azul de Victoria, quería que el hombre se levantara, pero
sabía que no iba a suceder.
Un grupo de gente rodeó al Vizconde, bloqueando, finalmente, la
vista de Hoseok, pero los sollozos y sonidos de malestar continuaron.
Dedos alcanzaron su costado, haciendo que el agudo dolor lo
recorriera. Siseó soltando el aire y vio la cabeza oscura de Taemin. ¿Por qué
su hermanito estaba aquí?
Taemin estaba de rodillas, examinando el costado de Hoseok. —Solo
te ha rozado. —Levantándose, se colocó frente a Hoseok—. Tenemos que salir de
aquí. —Su hermano lo tomó de los hombros y lo sacudió—. Hoseok, ¿estás
escuchándome?
Hoseok alejó la mirada de los preocupados ojos color café de su
hermano y vio sobre su hombro. Hargrove no podía estar muerto. No podía. Hoseok
no podía haber matado al Vizconde, era él, él que se suponía que moriría.
El médico estaba junto a Daniel y sacudía la cabeza. Victoria
sollozaba más fuerte, pasaba la mano a través del rubio cabello de Daniel,
rogándole que respondiera. Incluso el Barón White movía su corpulento cuerpo
sobre el hombre caído.
—Hoseok. —Taemin lo sacudió más duro.
Hoseok tocó su herida, hizo un gesto de dolor. ¿Qué iba a hacer
ahora? Alejó su mano del pegajoso lío y la levantó entre Taemin y él. Oscura
sangre cubría sus dedos y se escurría por su mano.
—Maldición, Hoseok. — Taemin lo abofeteó, enviando la cabeza de Hoseok
a un lado y casi sacándolo de balance—. Contrólate. Tenemos que irnos.
El ardor de la bofetada sacó a Hoseok de su confusión. Taemin tenía
razón. Los duelos ocurrían a menudo, pero eran ilegales. Nadie decía una
palabra a menos que las autoridades llegaran, entonces todos ellos serían
encarcelados. Eso era menos de lo que él merecía.
—¿Montabas a Nabil? ¿O llegaste en uno de los aerotransportes?
—preguntó Taemin, tirando de él hacía los caballos. A la derecha de la línea de
árboles, carruajes de caballos, con los choferes y transportes de vuelo bajo
estaban a la orilla del camino.
—Monté a Nabil. —Hoseok se liberó del agarre de su hermano y
llegaron al claro del bosque donde estaba su negro caballo—. ¿Qué estás
haciendo aquí Taemin?
Hoseok sabía de hecho que su hermano no estaba en el lugar cuando
él empezó a caminar. Intencionalmente llegó al duelo solo, ni siquiera había
llevado un segundo*.
Nabil estaba a varios metros de distancia con su familiar cabeza
levantada. Mientras Hoseok y Taemin se aproximaban, el caballo se giró hacia
ellos sintiendo la intranquilidad y la necesidad de urgencia.
Taemin inclinó su infantil cara en desafío mientras se dirigía a
su aerotransporte. —Abre la puerta. Escalones abajo. —La puerta se deslizó en
el marco y los escalones bajaron de un lado del vehículo—. Vine a cuidar tu
espalda, hermano. Desperté y te habías ido. Deberías haberme dicho lo que
planeabas hacer. Apenas tuve tiempo para llegar aquí. Taemin subió a su
carruaje. —Escaleras arriba—. Las escaleras desaparecieron a un lado del negro
metal del aerotransporte y regresó su atención a Hoseok.
Por primera vez, Hoseok notó la desarreglada
apariencia de su hermano. Taemin tenía arrugas en las rodillas de sus negros
pantalones, que había usado la noche anterior. No usaba chaleco ni corbata y su
camisa azul pálido tenía las mangas arremangadas en sus antebrazos. Su cabello
castaño oscuro hasta los hombros estaba suelto y ni siquiera se lo había
cepillado. La hermosa cara, una versión ligeramente más joven de Hoseok, tenía
la sombra de la incipiente barba. Por lo que se veía, Taemin había saltado
fuera de la cama, sin asistencia de su valet, y subió al transporte siguiendo a
Hoseok.
Sintiéndose anestesiado de la cabeza a los pies. Hoseok subió a su
caballo. —No quería entrar en el duelo. Vine a hablar con Daniel para que lo
dejara, pero él no quiso escuchar. —Girando a Nabil a través del bosque, él
trató de ver hacía el claro. Su estómago se hundió a sus pies, sintiendo el
total impacto de lo que había hecho, no obstante fue inadvertidamente—. Había
matado a un hombre.
—Lo siento. —La voz de Taemin era tan suave, Hoseok apenas la oyó.
—Así soy, —murmuró en respuesta. Girando a Nabil, le dio a su
único hermano una triste sonrisa—. Vamos a casa, hermanito.
Taemin asintió y saliéndose de la vista, cerró la puerta del
aerotransporte, entonces lo levantó de la hierba, entró al camino y flotó
rápidamente en dirección a Hawthorne.
Viendo al claro por última vez, Hoseok cerró los ojos. Su vida
nunca sería la misma de nuevo. Espoleó a Nabil, el caballo empezó a galopar
hacia su hogar y la censura de su padre.
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